Cartas-Eskutitzak

MEMORIA
Cerca del caserío hay un enorme árbol, mi abuelo bajo su sombra picaba la guadaña en verano. Un enorme fresno de copa alta.
Yo no conocí a mi abuelo.
De crío jugábamos con los ciervos volantes que en una oquedad del árbol se escondían. Ahora veo el árbol y pienso en mi abuelo, serio, casi solemne, el viejo fresno se sigue balanceando, ajeno a que es la puerta entre el pasado y el presente. Es posible que yo también me vaya y el siga permaneciendo. Un árbol es a la vez ajeno y próximo a nosotros, persiste a través de la memoria y ahora yo también veo el árbol a través de los ojos de mi abuelo, y él, único, permanece silencioso frente a esta vorágine estéril que hemos construido.
Todos saben que este árbol como otros árboles o bosques están allá donde los cruces de caminos o marcando lugares. A veces  los situamos como mojones, pero en realidad son como hombres que un día decidieron quedarse simplemente clavados en el lugar y no por nada en especial, y es que simplemente así sucedió. Pasan las nubes y los hombres pero ellos son la permanencia y no puedo por menos que abrazarlos en unidad que traspasa la lógica.

No relacionaba entonces directamente el árbol con la madera tal cual, simplemente de crío jugaba entre sus ramas. Llegado el verano había que recoger la hierba y es entonces cuando por las empinadas laderas se bajaban cargadas las leras , (trineo que justo tenía un perfil de hierro en el borde para proteger la madera) y pasaban frente al árbol que vio  mi abuelo.

Todo pasaba por la madera y por las broncas por romper los dientes de madera de los rastrillos.
Y los bueyes uncidos al yugo iban con sus carros chillones por los caminos.
En el caserío, cerca del gallinero, en un rincón con viejo banco de carpintero, hachas de anchos filos, barrenas (brocas de madera), sierras de arco de madera, algún cepillo y algunos viejos formones, casi todo de madera y simplemente nos parecía normal.
Ahora uno se pregunta si realmente aquellas herramientas eran reales o no. Si la memoria no las habrá inventado y si tal vez nosotros nunca estuvimos allí, si los espacios y los objetos no habrán sido reconstruidos, soñados.
¿Sin embargo cómo puedo recordar tan bien como se hacían los dientes del rastrillo?